martes, noviembre 15, 2011
A la tormenta
que crece en mi pecho
le agradan
-silenciosas-
las horas cayendo
dulcemente
a quemarse en el sol.
también los jazmines
que te preceden
cuando aparecés
en cualquier reflejo
En slalom a través del cortinado
la luz, que inunda todo
brilla en misa negra.
Dejan que el aire se espese
los amantes
como antes,
desde siempre
con peces en el vientre, ella
hasta que el se tiente, estrella
su dolor de venus selecta;
la lengua entre los dientes.
las promesas,
a la espera de la espera,
en fila;
cual clientes.
Picnic desnudo
de fin de semana;
prototipo de amor
o clon de ilusión;
Caricias de hoy,
anteayer sembradas.
La más justa y aguardada
de las ceremonias,
un viernes.
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