domingo, abril 11, 2004

algunas personas llegan a ser peligrosamente felices.

En general, las arenas de la editorial bastan
Para matar al niño
Cobijado en el temor de los otros,
Los transeuntes que husmean.
Pero saben que cualquier niño
Muere de asfixia
En las prístinas fauces
de las arenas movedizas
Que llenan, como con
Fines tamices, de cal
Los pulmones.
Un susto de muerte es suficiente
Para matar a cualquier niño
Y liberar a la Existencia
De esa infantil alegría
Que lo cubre todo.
Como una plateada lluvia de azucar.