lunes, marzo 22, 2004

Podés tomárme el pulso. Podes hacer lo que quieras. Yo, por mi parte, me pregunto qué es esa foránea tensión que horada tu voz. No voy a permitir que te calles y te mueras y me mates a mí como consecuencia. Menor consecuencia. Ya hace muchas noches que estás sorda al titineo metálico de mi deseo. También muchas tardes. Podes ser preciosa e imperfecta y desnudarte de viento. Podrías abrirme tus muslos, a tu colección de suavidades. Voy a prenderte fuego en la hoguera del amor quemado. Pero sería prudente recordarte, que uno o dos empujones por la retaguardia bastarían para liberarte. Y liberarme a mí de mi. Exoneración, tras exoneración tras exoneración. Y, si querés, podés ser directa, viceral, ruda, tosca y bastante burda.