La desconfianza en la mano
Hay un pelo en mi té, pienso mientras miro a la mujer del bar. La señora, de remera amarilla, no parece percatarse. Acaba de entregarmelo y vacilo en devolverselo. Es inutil, hay un tiempo fugáz y mínimo para las devoluciones y una vez pasado, la operación se presta a malas interpretaciones. Creo que esta mujer tiene hepatitis y usa la remera amarilla para disimular el amarillo de su piel. Para que yo piense que el amarillo de esa horrible horrible remera se refleja en su piel. La hepatitis B se contagia por relaciones sexuales y transfuciones. De sangre. Esta mujer ronda los cincuenta y, a juzgar por la circunferencia de su pantalón, debe pesar unos ciento ochenta kilos. Para un asado se calcula medio kilo de carne por persona, con esta mujer podrÃan comer trecientas sesenta personas. Supongo que se contagió la hepatitis en una salíta periférica, haciendose análisis para saber cuanto colesterol tapona sus arterias y sumarlo a la vida útil de su higado y asà calcular cuanto tiempo le queda. No voy a tomar este té. Pero sospecho que si dejo que se enfríe sin tomarlo, ella va sospechar.
Sabría que yo sé.
1 Comments:
Aprovecho la ocasión, ya que está de moda el comentario, te dejo mis felicitaciones y mis ganas de que sigas desarrollando la escritura. Besos.
Guada
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