viernes, marzo 26, 2004

texto que se mostrará cuando mantengas el mouse encima de la imagen

Lo siguiente, es una recreación fragmentaria y caprichosa de algunos textos de Alejandro Rozitchener. Entiendasé como un homenaje a su delicada y brillante voz.
(Está dedicado a Ornella; ella sabe quien es e interpretará esto de manera especial. El motor único de ésta transcripción y [no gratuita] organización, es el cariño que, anhelo, sea percibido.)

(En base a la Teoría del entusiasmo y los cinco puntos sobre el sentido común).

1.Teoría del entusiasmo
Entusiasmarse, según el autor de estas líneas, es dejarse ir, ejercer la libertad. Es la posibilidad más saludable y plena, la felicidad en la Tierra. En función de esta idea, se esboza una contraposición de actitudes posibles, en que el entusiasmado es quien gana la partida.

El entusiasmo es fuerza proyectada, libre, que corre como el agua de un río. La persona entusiasmada es ella misma un cauce. O el río es la vida y la persona entusiasmada un bote, una lancha o una balsa, que avanza llevada según el estilo de su querer. Con el entusiasmo se navega, se viaja, se avanza, se logran las metamorfosis que realizan la existencia.

2.¿Por qué es difícil entusiasmarse? Porque hay que pasar en limpio al ser, volcarlo en el mundo. El escudo crítico se desvanece, debe ser suplantado por una operatoria de las ganas. Eso es lo que lo hace también tan criticable, al entusiasmo. ¿Te volviste loco? ¿Estás copado con esa idiotez? Digámoslo rápido para que no se escape: una sociedad funciona mejor cuando la gente se copa con idioteces y no cuando estamos todos asustados mirando el centro que se hunde. No debería haber llegado a tener un centro tan importante, no tendríamos que habernos desecho de nuestros poderes personales para entregarlo todo a los oficiantes.

3.El canchero es el enemigo del entusiasmo. El entusiasmo es candidez, disfrute de lo mínimo. Cualquier mirada torva puede describirlo como un énfasis superfluo.

El canchero está de vuelta, conoce hasta lo que no conoce, explica las cosas reduciendo rápidamente las rarezas del mundo a una serie de simplezas acostumbradas.

El canchero sobra, el entusiasta está en un estado de apertura que admite y se sirve de la vulnerabilidad que no necesita eludir. El entusiasmo no es un estado de extremo cuidado, de extremo rigor, es una participación que se deja vivir.

4.No sabemos pensar. No sólo porque se nos hace difícil seguir el camino de las ideas, porque no nos es fácil bailar su danza conceptual, sino porque el pensamiento es básicamente una experiencia emocional frente al mundo y nuestras emociones están estancadas en el pobre registro del sentido común. Las ideas se repiten porque se repiten en nosotros las actitudes. Aprender a pensar es aprender a sentir, abrirse a la experiencia inmediata y real de las cosas, y enfrentarlas desde el punto del deseo personal.

5.El sentido común es una filosofía de contención mutua en la que los ciudadanos militamos, unidos por el temor y coincidiendo en una versión conservadora del mundo. Llevar adelante otra actitud implicaría llegar a ser mucho más capaces de acción y mucho más activos y responsables, lo cual es bastante más difícil y costoso que denunciar el mal, quejarse y desilusionarse. Nuestro sentido común es una mecánica de la desilusión y la negatividad.

A lo que hay que temer es a la solidificación de la costumbre, al punto de invalidar todo movimiento fuera de la rutina. La vida debe conservarse como algo imprevisto. Sin embargo, también el rechazo romántico de toda rutina es una falta de sabiduría, porque la mecánica de lo cotidiano permite el desarrollo de una felicidad concreta y el despliegue de algún trabajo personal.

6.En vez de una moral del sacrificio, una moral del entusiasmo, que entienda que aun para el trabajo es necesario entrar por la vía del darse gusto y no del someterse o dejarse de lado. La moral del entusiasmo exigiría que uno se lleve siempre consigo, que no pueda fácilmente despojarse de las características y los gustos personales para volverse formal. Llevarse a todas partes, estar de entre casa, ponerse cómodo.
La otra contrafigura del entusiasmo es el depresivo, el desapasionado, el indiferente. ¿Existirá alguien al que no le interese nada? Sí, los hay, gomas desinfladas. La posibilidad del entusiasmo se origina en la existencia de una energía amorosa inicial con la que hemos o no hemos sido cargados. Sin embargo, muchos desinflados tienen que mantener su indiferencia haciendo fuerza. No están desprovistos de fuerza de base, tal vez no tienen la suficiente para aceptarse, y gastan la que poseen en contener el interés que podrían expresar. El interés lanzado al mundo hace que uno corra muchos peligros: que sea visible, tal vez mirado con sorna, o envidiado, o querido (otro riesgo), o incluso puede pasar que uno llegue a proponerse cosas que no logre y quede en evidencia.

7.El sentido común también se arma con actitudes entre líneas, y debe ser interpretado. Es una sucesión de posturas que varían de acuerdo a la necesidad de su aparición en escena. Es como un programa de soluciones accesibles destinado a conservar una posición resguardada y correcta, que deja en el camino las vidas posibles. En vez de situar al individuo que en un plano de posibilidades y riesgos lo sitúa en una falsa paz; en vez de utilizar la fuerza del conjunto para un paso más, la utiliza siempre para un paso menos. El sentido común es una repetición constante de lo dado, la propuesta de lo peor, el punto de vista del que no puede nada llevado a su máxima expresión, hasta el punto de regular la circulación total del sentido.

8.La otra contrafigura del entusiasmo es el depresivo, el desapasionado, el indiferente. ¿Existirá alguien al que no le interese nada? Sí, los hay, gomas desinfladas. La posibilidad del entusiasmo se origina en la existencia de una energía amorosa inicial con la que hemos o no hemos sido cargados. Sin embargo, muchos desinflados tienen que mantener su indiferencia haciendo fuerza. No están desprovistos de fuerza de base, tal vez no tienen la suficiente para aceptarse, y gastan la que poseen en contener el interés que podrían expresar. El interés lanzado al mundo hace que uno corra muchos peligros: que sea visible, tal vez mirado con sorna, o envidiado, o querido (otro riesgo), o incluso puede pasar que uno llegue a proponerse cosas que no logre y quede en evidencia.

9.El fracaso es un más acá del entusiasmo, porque el entusiasmado obtiene su paga en el proceso y no sólo en el resultado. Eso es el entusiasmo, precisamente, una complacencia en los caminos que transita una determinada actividad. El fracaso es una figura del desinflado, con la que expresa el temor de entregarse a su entusiasmo contenido o posible. El verdadero fracaso es no superar el temor. ¿Fracasar es que otro/a te diga que no, que algo salga mal? No, fracasar es no haberlo intentado, no haberse animado a tratar.

10.El entusiasmo es un intento que ya salió bien. Un entusiasmo es una vida: nace, crece, se reproduce y muere. Malditos seamos todos los que alguna vez hemos creído que un entusiasmo no era verdadero por el hecho de haberse agotado. No es cierto que el entusiasmo sea constante y permanente, es más bien cambiante y oscilatorio. Es cierto que la inconstancia puede nacer en las normales incapacidades del sujeto de entregarse al correr de sus emociones, del susto o de los peligros, reales o inventados. Pero también es cierto que el entusiasmo bien vivido tiene sus límites y sus finales. El asunto está en saber distinguirlos, sintiéndolos y pensándolos.

El entusiasmo es un amor por las cosas, un afecto por ciertos ámbitos, personas, actividades. Un amor que realiza nuestras posibilidades, que nos acerca a seres cuya existencia, por pertenecer precisamente a ese campo de vida compartido, tiene sentido para nosotros. El entusiasmo es el camino subjetivo para acceder al sentido, el punto nieve del querer, la ebullición que nos cocina y realiza.