Cinco del cuatro del dos mil doce, a las seis cero ocho.
ni más flaca
ni más alta
ni mas blanca
esos no son los asuntos que me ocupan
siempre me imagino
llegando a una ciudad
esta ciudad
cualquier ciudad
es una escena de modé
que me transita
últimamente cada tanto
mi nombre escrito en una cartulina
que sostenés mirando atenta
en el ala de arribos
de cualquier aeropuerto
(en tu cumpleaños, no pensaba hablar de mí)
vos ya estás ahí
no esperando
nada más siendo
pero sostenes
un cartón con mi nombre.
te escaneo
desde los zapatos hasta el pelo
mientras empujo, bobo
un chango con valijas
nunca dejo de notar
el sórdido estándar
de la realidad fluyendo
en contraste siempre
con el mood de mi sueño de amor eterno
lo vulgar de la situación
desaparece, cuando sin más
tu mirada se mece
en mi dirección
tu rostro me alumbra
y lo que acontece
pertenece al orden
de lo sobrenatural
un infarto de dicha
en mi pecho se hincha
y la muerte parece
un asunto menor
cualquiera que se precie
de apreciar lo preciado
comprende y se hace a un lado
si lo sublime acontece
la metafísica flotando en el aire,
ese olor a Champs Élysées
a tiempo suspendido a tu capricho,
a visita terrenal de lo divino,
todo indica que estoy muerto
crisis de dimensiones que colapsan
un ruido blanco de fondo nos empasta
el mundo, como es, ya no lo es más
la ruptura con lo cierto nos ensalza
y lo puro se antepone a toda farsa
nuestro encuentro es de infinito apocalipsis
imposible es explicar tamaña elipsis
la escala del abrazo quiebra mundos
la materia se confunde en los segundos
lo demás pierde sentido, somos juntos
en el cosmos los amantes más rotundos.